Pase Reglamentado en la UAM: ¿Inclusión o Elitismo?
- Jorge Robles
- 5 feb
- 3 Min. de lectura
La educación universitaria en México ha recorrido un largo camino desde su origen elitista en 1551, cuando solo unos pocos privilegiados podían acceder a ella. Con la autonomía universitaria lograda en 1929, la educación comenzó a democratizarse, permitiendo mayor acceso a sectores históricamente excluidos. Sin embargo, ¿qué tan equitativo es realmente el acceso a la educación superior hoy en día?

La reciente implementación de un pase reglamentado en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para estudiantes del Colegio de Bachilleres ha generado un intenso debate dentro de la comunidad universitaria. Para algunos, esta medida representa una oportunidad de inclusión para estudiantes de escasos recursos; para otros, se trata de una injusticia para quienes han competido bajo un modelo de examen de admisión que, en teoría, establece igualdad de condiciones.

Pero antes de asumir que todos los aspirantes compiten en igualdad de circunstancias, vale la pena cuestionar la estructura misma del sistema educativo en México y cómo las condiciones materiales de los estudiantes afectan sus posibilidades de ingresar a la universidad.
Desigualdad en la educación: ¿realmente hay igualdad de oportunidades?
Si bien la Constitución Mexicana establece en su artículo 3° que la educación es un derecho, los datos muestran una realidad muy distinta. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), solo 2 de cada 10 adultos en México logran cursar estudios superiores, mientras que en Chile la cifra alcanza el 32%.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) revela que el 18% de los niños y jóvenes entre 3 y 18 años no asisten a la escuela, y que la mitad de ellos provienen de grupos marginados como comunidades indígenas y rurales.
Además, el 39% de los jóvenes entre 15 y 17 años no están inscritos en la escuela, y 2 de cada 3 niños indígenas no tienen acceso a la educación primaria (Innovec).
Estos datos evidencian que no todos los estudiantes llegan al examen de admisión en igualdad de condiciones. Mientras algunos pueden dedicarse de lleno a su preparación con acceso a clases particulares, materiales de estudio, estabilidad económica y un entorno propicio para el aprendizaje, otros deben lidiar con condiciones adversas: largas jornadas de trabajo para ayudar en el sustento familiar, dificultades en el acceso a tecnología e internet, falta de transporte seguro o, en casos extremos, carencia de alimentación adecuada.
Ante este panorama, surge una pregunta inevitable:
¿Es justo evaluar con los mismos criterios a estudiantes con condiciones de vida tan dispares?

El pase reglamentado y la idea del mérito
Quienes se oponen al pase reglamentado argumentan que la UAM se ha caracterizado por ser una universidad de puertas abiertas, donde cualquier estudiante, sin importar su origen, tiene la oportunidad de competir por un lugar a través del examen de admisión. Para estos sectores, eliminar ese filtro representa un riesgo de desvalorizar el esfuerzo de quienes han logrado entrar mediante esa vía.

Sin embargo, este argumento parte de la idea de que el mérito académico es el único factor determinante en el acceso a la educación superior, dejando fuera el contexto social y económico que condiciona las oportunidades de aprendizaje. Si la educación es un derecho y no un privilegio, ¿cómo podemos justificar que millones de estudiantes sean excluidos por las condiciones en las que nacieron?
El debate sobre el pase reglamentado de la UAM no es solo una discusión sobre un mecanismo de ingreso, sino una reflexión más amplia sobre el modelo educativo mexicano y las profundas desigualdades que siguen limitando el acceso a la educación.
¿Es la universidad realmente democrática?
Hoy, 5 de febrero, Día de la Constitución, es un buen momento para cuestionar si nuestras universidades realmente garantizan el derecho a la educación de manera equitativa. Si la educación superior sigue siendo un privilegio de pocos, ¿podemos hablar de un sistema democrático?

Más allá del pase reglamentado, la discusión de fondo es cómo transformar el acceso a la universidad en un derecho efectivo y no en un filtro que perpetúe desigualdades históricas. ¿Cómo garantizamos que la educación superior sea un espacio incluyente y no un mecanismo de exclusión?
Las respuestas pueden ser muchas, pero la pregunta sigue abierta.
¿Cómo garantizamos que la educación superior sea un espacio incluyente y no un mecanismo de exclusión?
Se dice que ni si quiera es como lo pensamos... No habrá pase "reglamentario", autoridades universitarias comentan que fue un comentario del Rector para "quedar bien" con Sheinbaum.